miércoles, 1 de enero de 2014

La integridad en lo irremediable

El día 24 de julio de 2013 se produjo el accidente ferroviario más grave en España desde 1944. En aquel entonces la censura del régimen franquista, recién instaurado, silenció tanto los detalles del accidente, como el número final de muertos. Aunque no comparable con aquella descomunal catástrofe donde las cifras no oficiales hablan de más de 250 muertos, 70 años separan ambos accidentes, como para pensar que aquellos errores puedan volver a repetirse.

El tren Alvia, formado por trece vagones (6 de pasajeros, cuatro locomotoras, y un vagón restaurante) de la línea Madrid - Ferrol, que había salido de la estación de Chamartín a las 15:00 llegó a la curva de Angrois, cerca de la bifurcación de A Grandeira, a una velocidad próxima a los 150 Km/h cuando la velocidad máxima permitida en la curva es de 80. El resultado es de todos conocido, 79 personas muertas, a fecha de hoy y un sinfín de heridos.

Perdonar mi afición por simplificar, pero para mí el tema está claro. Un tramo de vía en el que se confía la seguridad del vehículo y sus pasajeros al factor humano y este, muy a menudo, suele fallar. Es cierto que el error es suyo y nada más que suyo, pero la planificación de la seguridad de la vía, a todas luces, no era la adecuada. Lo malo es que en seguridad no se puede trabajar sobre la máxima "aprender de los errores", porque los errores cuestan vidas. ¿Era razonable prever un despiste del maquinista en un tramo de frenada tan acusada?. La experiencia me dice que en comportamiento humano es razonable preverlo todo. Por tanto la responsabilidad es del maquinista, porque el sistema la había delegado completamente en él, pero a mi juicio esta responsabilidad, estaba mal delegada.

Al mando de ese tren iba el maquinista Francisco José Garzón. Francisco José tiene 53 años, con unos 13 de experiencia en la conducción de locomotoras, no era precisamente un novato.
De toda esta tragedia, lo que me llama poderosamente la atención, al margen del número de muertos y heridos, es la actitud mantenida por Francisco desde el primer momento. Ante una tragedia, que con toda seguridad, arruinará el resto de su vida, Francisco reconoció desde el primer momento, como sólo sabemos hacer los pobres, la absoluta responsabilidad del accidente. Algunas de sus frases captadas por todos los medios de comunicación, simplemente estremecen:
"Descarrilé, que le voy a hacer ¡Somos humanos! ¡Somos humanos!" "Ojalá no haya muertos porque caerán sobre mi conciencia" "Tenía que ir a 80 y voy a 190. La he jodido, me quiero morir".

No dejo de preguntarme cuales hubieran sido las declaraciones, si al mando de ese tren hubiesen ido Iñaki Urdangarín, o Jaume Matas, o algún directivo de UGT Andalucía, o incluso algún político, etc, etc. ¿Hubiesen afrontado su responsabilidad tan de cara?. Es evidente que hay un diferencia significativa entre sendos caracteres, Francisco José por un lado y el resto de calaña citada: la honradez.

El juez es el que al final dictará sentencia y probablemente (el tiempo lo dirá) Francisco José acabará merecidamente con una sentencia de cárcel o similar, porque su despiste trajo 79 muertes, que serán otras 79 familias destrozadas, pero no se me va de la cabeza que este... este era un hombre honrado.